EL CAMINO de Miguel Delibes

GUÍA DE LECTURA



Miguel DelibesA estas alturas del curso, cuando ya hemos sabido de viajes interiores, de peregrinaciones, de andanzas con mochila al hombro, y dilatadas travesías espaciales, volvemos a Miguel Delibes. Recordareis  que leímos su última obra, El Hereje, hace casi dos años, cuando Delibes era todavía habitante de Valladolid, vecino nuestro. Hoy retornamos a su mundo literario a través de una de sus primeras y más celebradas novelas, El Camino (1950), un libro que, ya desde el título, nos está sugiriendo algún tipo de viaje.



UN HOMBRE, UN PAISAJE, UNA PASIÓN.

Toda novela – afirmaba Miguel Delibes debe constar, al menos, de tres elementos: un hombre, un paisaje y una pasión.

El hombre

En esta ocasión, el protagonista es Daniel el Mochuelo, un chaval de 11 años que, en la vigilia de una tensa noche, reune sus recuerdos y va desvelando, con ojos de niño, cómo percibe la realidad que habita y de qué forma ha ido descubriendo el mundo de los mayores y el sentido de la vida. Nos lo cuenta, en tercera persona, un narrador cómplice que parece saberlo todo.

El escritor ha mostrado en muchos de sus libros una especial sensibilidad y conocimento de la infancia en sus distintos tramos. Lo vimos en El Hereje y lo podemos confirmar en otras obras suyas: La sombra del ciprés es alargada, Las ratas, El príncipe destronado… A Delibes le gustaba "novelar la infancia", un mundo en el que parecía sentirse seguro, quizá por su convivencia con numerosos hermanos e hijos, quizá porque mantenía muy presente, al parecer, el recuerdo de la suya, estable y alegre pero con algún fantasma que trataba de conjurar escribiendo.

Los niños aparecen rodeados por una espléndida galería de personajes de personalidad muy marcada, casi caricaturesca, en la que Delibes ejercita su sentido del humor. Cada uno de ellos está definido por su mote, como era tradicional en nuestros pueblos.

El paisaje

Como en Las ratas o Los santos inocentes, esta novela tiene por escenario el campo, concretamente el valle, antes castellano, hoy de Cantabria, donde se asienta Molledo-Portolín. Allí fue a parar el abuelo francés de Miguel, Frédéric Delibes, que vino a España a colaborar como técnico en la perforación del túnel de Molledo-Portolín, cuando se creó la línea ferroviaria Reinosa-Torrelavega. Y la tarea fue tan larga que le dio tiempo a enamorarse, casarse y afincarse en el pueblo; ya nunca volvió a Francia.

Para Delibes, el paisaje representa el arraigo y va cobrando en sus obras cada vez mayor relevancia.

La pasión

La pasión, en El camino y en todo Delibes, está representada por los cuatro asuntos grandes y principales en torno a los que gira, en el fondo, la temática de su obra: la Naturaleza, la Muerte, el Prójimo y la Infancia.

Habituado desde niño por su padre al contacto con el campo, la Naturaleza ha sido, en la vida y la obra de Delibes un refugio para huir de la amenazadora sociedad y un lugar donde buscar formas de vida más auténticas y dignas que las urbanas actuales.

Este tema irá cobrando progresivamente en el escritor un tono menos mítico y más de clara denuncia ante la actual ruptura  del equilibrio Hombre-Naturaleza.
La Muerte, que obsesionó a Delibes desde niño, aparece siempre en sus obras truncando lo más querido y, sobre todo, dando la medida de la frágil condición humana. En El Camino, y en otros relatos, Muerte e Infancia confluyen al incluir significativamente fallecimientos de niños: "Lo más tremendo y paradógico que existe en el mundo" , según el escritor.

El compromiso con los otros hombres y su mundo, con sus prójimos urbanos o rurales, es otra de las pasiones que afloran en las obras de Miguel Delibes. En Muerte y resurreción de la novela, el escritor manifiesta un tanto confidencialmente: "Ante el dilema que plantea la sociedad contemporánea… he tomado parte por los oprimidos, los pobres seres marginados que bracean y se debaten en un mundo materialista estupidamente irracional".

Así sus narraciones suelen presentar antihéroes: seres solitarios, frustrados en sus aspiraciones, inocentes vencidos por la sociedad, por la dureza de la vida, con cuyas historias el escritor busca comunicar a los demás su experiencia de un mundo injusto, las dificultades del hombre para encontrar la libertad y la justicia.


ESCRIBIR COMO SE HABLA

En El camino, Delibes abandona la retórica de su primera novela al descubrir que "puede mejorar como escritor si escribe como habla", sencilla y claramente, pero con precisión, "llamando a las cosas por su nombre y sabiendo el nombre de las cosas".