Título de la página


Una piadosa tradición, que se remonta a los primeros siglos del cristianismo, asegura que Santiago predicó el Evangelio en Sefarad (España) antes de sufrir martirio en Jerusalén. No es extraño que un judío realizase el viaje desde Jerusalén hasta la Península Ibérica, ya que varios siglos antes de Cristo muchos israelitas se habían aposentado en esta parte del mundo, donde los fenicios tenían factorías.

Sobre la relación del Apóstol Santiago con España, nos han llegado noticias a través de las crónicas medievales cuya realidad histórica es contestada por los especialistas. Así el Breviarium Apostolorum ( principio del siglo VII) atribuye a Santiago la predicación evangélica en Hispania y en Occidente. Las crónicas también referencian el traslado de los restos del Apóstol por sus discípulos a Hispania, donde le dieron sepultura en el bosque Libedrón, en el Finisterrae de Galicia, así como el hallazgo de estos restos por un ermitaño antes de concluir el primer tercio del siglo IX.

Sobre dicho descubrimiento, cuenta la Historia Compostelana que  Pelayo, un ermitaño que vivía en el bosque Libedrón veía durante la noche unas "ardientes luminarias". Después de informar del hallazgo a Teodomiro, obispo de Iria Flavia (Padrón),  y comprobando él mismo la veracidad de los hechos, se los comunica al rey asturiano Alfonso II el Casto. Viaja el rey con su corte al lugar y recorre el denominado Camino Primitivo, convirtiéndose en el primer peregrino de la historia. Con la construcción de una pequeña iglesia en el lugar donde aparecían las "ardientes luminarias", conocido por ello como Campus Stellae, es decir, Compostela, establece el inicio de los cimientos de lo que llegaría a ser la gran ciudad del Apóstol. A partir de este momento se designa de forma oficial la tumba del Apóstol en aquel lugar, próximo al cabo de Finisterre, punto situado en el extremo occidental de Europa. El camino a Finisterre era indicado desde cualquier lugar de Europa por las estrellas de la "Vía Láctea". Se creía que allí se acababa el mundo y que el Atlántico era la "tumba del sol".  Quizás también estos hechos geográficos y astronómicos ayudaron a reforzar el magnetismo que desde entonces rodea la ruta jacobea.