Siguiendo la ruta marcada por las aguas del Sil en su camino hacia
Galicia, en la vertiente noroeste de los montes Aquilanos, se alcanza
un paraje único, al que siglos atrás habían llegado ya los romanos en
busca de oro, y dejaron tras de sí un paisaje cuya extraordinaria
belleza esconde una obra de ingeniería de una magnitud tal que abruma
aún hoy: “las Médulas”.
Este lugar, donde se acumularon aluviones con un espesor entre 100 y
170 metros permitió a los romanos el montaje de la mayor explotación
aurífera del imperio. Allí concurrieron todas las circunstancias
favorables para poder llevarla a cabo: tierras aluviales con oro
diseminado, abundante agua con mucha pendiente para producir fuerza
hidráulica y suaves pendientes hacia el Sil para propiciar los
desagües.
Este pequeño Espacio Natural fue declarado Monumento Nacional en el año
1931 y la Junta de Castilla y León, a través de su consejería de Medio
Ambiente y Ordenación del Territorio, declaró a Las Médulas como
Espacio Natural en 1992. Paisaje cultural, declarado Patrimonio de la
Humanidad en 1997.
Historia
Antes
de la llegada de Roma habitaban la zona poblaciones castreñas. Sus
núcleos de población eran los
castros,
poblados fortificados asentados en posiciones topográficas dominantes.
Este itinerario permite conocer los dos únicos castros prerromanos de
la zona.
No se conoce con exactitud cuando comenzó la explotación en gran escala
por los romanos, aunque con anterioridad los astures lavaron ya los
lodos y arenas. Con la conquista del territorio (año 19 a. de C.), Roma
puede evaluar y conocer la importancia de estos yacimientos, las
facilidades de explotación y la rentabilidad que se puede obtener.
Parece lógico pensar que Augusto ordenara entonces la explotación de
esta riqueza.
Con la llegada de de Roma el comienzo de la explotación de la mina
supone un cambio global en el territorio de Las Médulas. La zona sólo
puede entenderse, a partir de ahora, en el marco de una organización
planificada de escala regional, en la órbita de la economía romana. El
poblado metalúrgico de Orellán es un excelente ejemplo del
carácter que
adquieren los nuevos poblados. Se trata de un núcleo de población
fundado por Roma, donde se instalaron gentes indígenas, con la
finalidad prioritaria de reducir mineral de hierro y fundir útiles y
herramientas. El poblado es un buen ejemplo de las perduraciones del
mundo indígena y de las innovaciones romanas.
Las formas de explotación
Primitivamente los aluviones de las Médulas formaron un
cerro en el extremo occidental de la Aquiana, del que hoy quedan
montículos y conos gigantescos que no llegaron a ser arrastrados. Los
ingenieros romanos idearon y pusieron en práctica para su
desmenuzamiento el sistema que Plinio llama "
ruina montium".
Consiste el procedimiento en cortar y derribar, separando del resto,
las masas de terreno aluvial en las que se encuentra el oro para ser
arrastradas después hacia los canales de lavado.
Para su realización se procedía del siguiente modo:
- Excavar
pozos y galerías subterráneas en lugares adecuados,
en los conglomerados de arcillas y guijarros, entibando con maderas
para impedir su prematuro desplome. Fueron éstos los trabajos más
penosos de todo el procedimiento de extracción, por las dificultades y
peligros que entrañaban dados los medios de la época. Siguiendo a
Plinio encontramos una alusión a ellos:
"...hechas cuevas por largos espacios, cavan los
montes con luces de candiles, y ellas mismas son la medida del trabajo
y vigilias, y en muchos casos no se ve el día. A esta manera de sacar
el oro se le llama arrugias, y
súbitamente se suelen hundir los quiebros que se hienden en su
emplante, y cubren súbitamente los trabajadores, dejándolos allí
sepultados, de suerte que ya parece mucho menos temerario buscar en lo
profundo del mar las perlas: tanto más peligroso hemos hecho las
tierras".
- Se dejaba entrar en las galerías el agua, lo que producía
fuertes erosiones que provocaban el derrumbamiento. De nuevo Plinio lo
narra así:
"...las cabezas de los
arcos se abren y hienden y dan señal de ruina. Y
sólo la conoce aquel que es vigilante en la altura del monte. Éste, con
la voz y golpes, manda a los obreros que de presto se aparten."
"...quebranto el monte cae por sí mismo, con tan grande estruendo y
viento que no puede ser concebido por la mente humana..."
- Arrastre de las tierras derrumbadas hacia los lugares del
lavado donde las pepitas de oro, más pesadas, eran retenidas en el
fondo por múltiples e ingeniosos medios, continuando el resto de las
tierras, convertidas en barro y lodo, hasta desaguar en el Sil.
Los grandes cantos que aparecían en el derrumbe del monte oponían
dificultades a su arrastre por el agua, siendo necesario retirarlos a
mano y apilarlos en montículos que aún hoy pueden observarse. Los
guijos y arenas arrastrados por el agua, ofrecían sin embargo las
dificultades de su depósito. Pero también fueron salvadas por el
ingenio romano.
Don
Manuel Gómez Moreno en su
obra
"Catálogo
Monumental de España. Provincia de León", explica así cómo se
solucionó el problema de las arenas.
"Éstas, con su masa de millones
de metros, eran dificultad harto grave; pero se salvó a la romana,
trasladando a un valle el monte deshecho, con lo que varió aún más la
topografía de aquellos sitios. En efecto: al norte de Las Médulas
dilatábase amplia cañada, profundizándose y angostándose más y más
hasta desaguar en el Sil por una garganta como de 20 metros de anchura,
bordeada por tajos calizos, donde está el caserío de Peñarrubia. Fácil
era echarlo todo por allí, si las arenas, yendo río abajo en cantidades
tan enromes, no hubieran suscitado peligros irremediables para el
suelo; pero se conjuró en la forma siguiente: la desembocadrua del
valle fue cerrada con un dique, tal vez de fagina o de piedras en seco,
no dejando pasar al río sino agua y fango; las arenas quedaban
detenidas, y fueron poco a poco rellenando la garganta, y constituyendo
a su vez un nuevo y enorme dique al pie del vertedero, que impedía
correr las agua pluviales, derramadas en lo alto del valle, así como
una parte de las que bajaban de la explotación, y se formó un embalse,
un pantano, que aún dura, y el el lago de Carucedo, antes llamado de
Borrenes, cuya extensión varía mucho en proporción de las lluvias y de
las estaciones, puesto que ningún manantial recibe."
El desagüe a que se refiere Gómez Moreno no fue único, sí el más
importante. También llegaron las aguas a Carucedo a través del arroyo
Valderío, y en las primeras épocas de la explotación desaguaron
directamente al río Sil.
El sistema hidráulico
Es el más espectacular de los conocidos, tanto por la cantidad de agua
captada como por la longitud y ramificaciones de sus canales. Se conoce
hoy el trazado de estas captaciones, canales y depósitos a través de
las investigaciones y de los datos que proporciona el mismo
Plinio, así como porque en varios
tramos el trazado de los antiguos canales aún persiste y se puede ver
perfectamente sobre el terreno.
El agua, desempeña una función primordial e indispensable en el proceso
de extracción del oro por el sistema de "arrugias", tanto en la fase
del derrumbe de las tierras como en el de arrastre y lavado de las
mismas.
El agua, que no fluía en abundancia al pie de la explotación, fue
necesario captarla donde existía y en las cantidades suficientes, así
como conducirla por medio de canales y almacenarla en depósitos para su
utilización en el momento adecuado. Estas obras auxiliares implicaban
en muchos casos un esfuerzo y trabajo más difícil y costoso que la
propia explotación del mineral.
La construcción de esta compleja y extensa red de obras auxiliares hubo
de exigir quizás el mayor esfuerzo y dificultad de todo el conjunto de
la explotación, por la intrincada topografía del terreno en que está
trazada. Esta dificultad impresionó a Plinio y así lo manifiesta:
"...los valles y quebraduras
del terreno son franquedas por canales sobre puentes. En otras partes
se demuelen rocas infranqueables y, una vez cavadas, se hacen en ellas
asiento para los canales. Aquel que las pica está colgado con sogas, de
suerte que el que lo vé desde lejos piensa se trate de alguna feroz
especie de aves. Éstos, en su mayor parte colgando en el aire, nivelan,
fijan y señalan las líneas para el camino, de tal forma que no existe
lugar donde puedan fijar sus plantas".
Canales
El agua era captada desde varios sitios:
- Desde la falda nordeste del Teleno, a la distancia de unos
35 kilómetros y a un altitud entre 1.700 y 2.000 metros. Estas
captaciones recogían en verano el deshielo de las nieves y pequeños
glaciares; el agua era conducida hacia el sudeste, bordeando la
montaña, para luego torcer al noroeste a buscar el río Cabo, afluente
por la derecha del río Cabrera.
- El río Cabo, engrosaba su caudal con otro
canal que recogía
el agua de la cuenca superior del Cabrera, alimentaba aguas abajo los
siete canales que bordeando la montaña, con pendientes entre 0,6% y 1%,
llegaban a los estanques que la almacenaban al pie de la explotación.
- Desde la vertiente norte de los montes
Aquilanos,
recogiendo las aguas desde las mismas fuentes del río Oza, próximo al
pueblo de Peñalba. Desde allí eran conducidas hacia Las Médulas
bordeando las montañas y captando a su vez las de los arroyos que se
cruzaban (Valdecorrales, Río Guido, Reguerón, Rimor, etc.), llegando a
la explotación a través de dos canales.
La longitud de las canalizaciones trazadas ha dado lugar a
discrepancias entre los diversos investigadores, aportando cifras que
varían entre los 200 y los 500 kilómetros. Sin duda es difícil el
cálculo preciso al haber desaparecido muchos vestigios, pero la opinión
generalizada atribuye a los canales suministradores de agua a Las
Médulas una longitud en torno a 300 kilómetros. Además del número y
trazado de los canales se ha investigado y dado a conocer su pendiente
y dimensiones, que varían en función de la constitución del terreno y
por tanto de las dificultades para su construcción.
Manuel Gómez Moreno narra lo siguiente:
"Ellos aún se conservan muy
visibles, sirviendo de caminos con frecuencia; se ha observado que su
pendiente es la mínima, dando testimonio de una nivelación escrupulosa;
el ancho de 1,28 metros, por igual siempre, excepto en las curvas,
donde llega a 1,60 metros, previniendo así la disminución de velocidad,
y el alto suele ser de 90 centímetros. A trechos, el canal entra bajo
la peña en forma de túneles, capaces para que hoy transiten vacas por
ellos, y en otros sitios se hacían muretes de cal y canto, cuya dureza
es imponderable."
Depósitos de almacenaje
En las explotaciones era necesaria el agua para el derrumbe de las
tierras y para su arrastre y lavado.
Para disponer de estas cantidades se construyeron depósitos que
almacenaban miles de metros cúbicos. Estos depósitos se construían
allanando y excavando el terreno; la tierra sacada se amontonaba
alrededor formando taludes y aumentado así su capacidad. Los depósitos
se cerraban con compuertas o cierres que permitían fluir el agua en las
cantidades necesarias para cada momento:
"... y estando lleno el estanque, quitadas
las compuertas"
" ... sale con tan grande
ímpetu la corriente, que trabuca y se lleva las piedras."
Plinio describe los depósitos:
"En lo alto y cabecera del
despeñadero se cavan unas piscinas o estanques de doscientos pies de
ancho hacia todas partes y diez en hondo"
Las medidas aportadas por el historiador romano concuerdan
perfectamente con las que se pueden apreciar en los vestigios que hoy
se encuentran, que son conocidos por el nombre de "
Los jardines del Rey", situado al
pie del mirador de Orellán, y el situado al sur del monte Placias.
Para finalizar
Te presentamos aquí un vídeo promocional de este maravilloso paraje.